El Plan Local de Salud participa en el Homenaje de La Viña a sus mayores

Cádiz, 26 de mayo de 2018. La Viña ha realizado un reconocimiento público a Carmen Ríos y Agustín Carreño, las personas más longevas del barrio, durante la celebración de las fiestas de la Cruz de Mayo el sábado 26 de mayo en la calle de La Palma organizada por la Asociación Mujeres de Acero.

El Plan local de Salud ha estado presente en este evento con una representación del Grupo Motor de La Viña en la fiesta de homenaje.

El equipo municipal de la Delegación de Asuntos Sociales del programa Saber ser, saber hacer, saber aprender entrevistó previamente a Carmen y Agustín en sus domicilios para conocer sus vidas y cómo son sus relaciones con la familia y los vecinos y las vecinas (adjunto la historia de vida elaborada por el equipo).

Esta información la compartió públicamente la periodista Manoli Lemos que destacó algunos aspectos de la biografía de estas personas que se han distinguido por haber luchado para salir adelante en la vida, y ahora reciben el cariño y los cuidados de sus familias y el afecto y el reconocimiento de sus vecinos y vecinas.

Carmen es una de las personas mayores de la ciudad que habitualmente no salen de su casa por tener barreras arquitectónicas que se lo impiden por lo que disfrutó especialmente de esa tarde en la calle.

CARMEN RÍOS

Carmen Ríos de 98 años, conocida cariñosamente como Carmela, ha vivido toda su vida en el Barrio de la Viña. Su madre, dio a luz con la ayuda de una comadrona, naciendo Carmen en su propia casa, situada en la esquina que une la Calle Encarnación y la Calle la Torre. Aquí creció junto con su hermana Manuela, y sus dos hermanos, Enrique y Antonio. Cuando era niña, Carmen estudiaba junto con su hermana y hermanos en el colegio San Rafael, en el que las clases se daban por separado a niños y niñas y del que guarda muy buenos recuerdos. En ocasiones, su madre no podía ir a recogerlos, así que se asomaba y los esperaba entusiasmada desde el balcón del segundo piso.

El ambiente del barrio era tranquilo y su madre, tenía muy buenas amistades con los vecinos y vecinas del barrio de la Calle Encarnación. Carmela recuerda con cariño cómo su madre solía ir a hacer la compra al “Almacén de Pablo” que estaba situado debajo de su casa. Cuando llegaba la Semana Santa, su madre siempre la avisaba cuando salía la procesión que sale de la Iglesia San Lorenzo. Cuando pasaba por la Calle la Torre, ella cantaba con mucho arte una saeta a la virgen desde el balcón. Desafortunadamente, la madre de Carmen murió cuando ella tenía 17 años.

Con el paso del tiempo, mientras estudiaba y trabajaba, conoció a Fernando, un chico que solía ir al barrio a visitar a su abuela. Se enamoraron y se casaron cuando Carmela tenía 19 años y Fernando 22. Juntos se trasladaron a una nueva casa, en la calle Virgen de la Palma. Este bloque de vecinos los recibió amablemente y estableció muy buena relaciones con ellos. Algunas veces, se asomaba al balcón para charlar con las vecinas de enfrente que rápidamente se convirtieron en sus amigas. A pesar de los cambios, ella nunca se olvidó de la casa donde nació y que tantos buenos recuerdos le traía de su madre. Tanto es así, que seguía visitando a su familia y amistades de la calle Encarnación.

Al año siguiente, cuando Carmela tenía 20 años tuvo a su primera hija, Ani. Más tarde, nació Carmen y Encarni, su hija más pequeña. Mientras su marido Fernando, trabajaba en el Dique de Matagorda como pintor, Carmela se encargaba del cuidado de sus hijas y del hogar. Recuerda que durante estos años, tenía que hacer la compra al día. Los productos frescos, los compraba en el mercado y para conservarlos metía la comida en una olla con agua fría. También recuerda que, cuando llegaba el verano, para tener agua fresquita la conservaban dentro de un botijo porque las neveras en ese entonces eran un lujo. Cada mañana, Carmela tenía preparado el conocido “costo” que consistía en una fiambrera con la comida para que Fernando pasara el día en el trabajo.

Durante el tiempo libre, llevaban a sus hijas a la “charlotá” situada en la antigua plaza de toros y también al Teatro Andalucía para asistir a espectáculos de flamenco.

Fueron pasando los años y Carmela seguía disfrutando de buenas relaciones con su barrio, sus vecinos y vecinas y sobre todo con su familia. Sus hijas crecieron: Ani, la mayor, tuvo 3 hijos; María del Carmen 2 hijos; y Encarni, por su parte, 3 hijos. Desafortunadamente, hace 18 años, Fernando falleció. A pesar de este triste suceso, Carmela con la fuerza que la caracteriza y acompañada siempre de los suyos, continuó con su vida y a día de hoy sigue manteniendo a su familia unida.

En Nochebuena participa en las grandes reuniones familiares junto con sus 3 hijas, sus 8 nietos y sus 10 biznietos. Además, sigue manteniendo contacto telefónico con su hermano Antonio, que no ve desde hace 20 años y vive en Barcelona. De hecho, cuando sus hijas aún eran pequeñas, lo visitó y pasó allí una temporada con él.

Anteriormente, Carmela solía coser y hacerles vestidos a sus hijas. Sin embargo, a día de hoy ha dejado de coser, pero le gusta dedicar tiempo a la lectura. Cada día, lee el periódico para mantenerse informada de las noticias, acompañada de sus tres hijas que hacen turnos para acompañarla y cuidarla todos los días. Carmela también cuenta con un apoyo importante, su vecina Toñi, que considera parte de su familia. Además, se entretiene saliendo al balcón para ver el ambiente de la calle, ya que para ella es complicado bajar las escaleras de su casa.

Por este motivo, tenemos que darle un fuerte aplauso a Carmen por el esfuerzo que ha hecho para estar hoy aquí presente. En este acto, queríamos agradecerte, Carmen, todo el cariño y la alegría que llevas aportando al barrio de la Viña durante 98 años.

 

AGUSTÍN MANCHEÑO

Agustín Mancheño, nació en  el año 1915 en Alcalá de La Sierra. Con 103 años, es considerado una persona enérgica, con ganas de vivir y con inquietudes aún por conocer. Procedente de una familia humilde y trabajadora, dedicada al campo y el cultivo, Agustín aprendió desde muy pequeño el oficio agrario, ya que en esa época los niños y niñas empezaban a trabajar más temprano. Con tan solo cinco años, trabajaba en el campo al cuidado y protección de los pavos.

Su infancia la pasó en Alcalá, cerca de la Virgen de Los Santos. Fue allí donde creció y conoció a sus vecinos y amigos con los que formó grandes amistades. Debido a las numerosas horas que Agustín pasaba trabajando, no tenía mucho tiempo libre para el ocio, por lo que mantenía sus amistades de siempre y dedicaba las noches a descansar para poder estar activo en las horas de trabajo.

Su familia estaba compuesta por su padre, su madre y sus diez hermanos. Seis de ellos eran varones y los otros cuatro eran hembras. Siempre han tenido muy buena relación y se han respetado mutuamente. Como trabajaban en el campo y no podían asistir a la escuela, la madre de Agustín les daba formación a él y sus hermanos sobre lectura, escritura, etc; para que tuvieran nociones básicas y pudieran defenderse ante diferentes situaciones de la vida, en lo que al ámbito educativo y social se refiere.

En su adolescencia, Agustín sirvió como soldado en la Guerra, a los dieciocho años. Es en esta época también, que intercalada con el trabajo en el campo, conoce a un hombre de profesión Guardia Civil, al que recuerda con gran respeto y admiración, puesto que le enseña muchos conocimientos y amplia su aprendizaje, algo que en esos momentos era complicado al no tener acceso a la escuela.

Agustín, afortunado también en el amor, contrajo matrimonio con su única pareja y compañera. Se casaron en Cádiz, en la Iglesia San Lorenzo, con treinta y tres años, dos años después de conocerse y empezar su relación. Así formaron una bonita familia concibiendo a tres hijos. Y así, dos nietos y un bisnieto. En su familia siempre destacaba la buena relación y el entendimiento.

Después del matrimonio, estuvo una gran temporada intercalada entre Alcalá y Cádiz, según la disponibilidad laboral que había en cada lugar. Así combinando ambas ciudades para el trabajo, podía conseguir más dinero para sacar a su familia hacia adelante, como buen luchador.

Posteriormente, se afincó laboralmente en Cádiz como mozo de equipaje en el Hotel Atlántico,  donde trabajó durante veinte años, y donde a su vez procedió su jubilación. Por su gran dedicación y la confianza que depositaban en él sus clientes, algunos de ellos famosos, ha sido responsable directo de pertenencias de Francisco Franco. Ha sido un buen mozo de equipaje, trabajándose las propinas para evitar necesidades en su familia.

Entre sus gustos se encuentra su afición por los toros, aunque en esos momentos no pudiera permitírselo, ya que todo el ingreso de dinero que hubiera era necesario para vivir y mantener a su familia. Aún así, le gusta mucho pasear con su mujer e ir a comer a diferentes lugares todos los sábados.

Tras su jubilación, Agustín comenzó a disfrutar de su tiempo libre, ese que había añorado tanto desde el momento en que empezó a trabajar para labrarse un futuro y proteger a su familia. Ahora en su día a día, le gusta leer el diario, caminar y disfruta de sus paseos por Cádiz, el barrio de la Viña y  la plaza, el Mercado de Abastos.

Es por ello, por su intensa, experiencial e histórica vivencia, por lo que queremos memorarlo así como aprender del espíritu de vida de Agustín Mancheño, un hombre trabajador, luchador y con muchas ganas de seguir exprimiendo y disfrutando su tiempo, viajara y conocer mundo.

 

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